Eje 3: Economías locales que cuidan: instrumentos, políticas, infraestructuras, servicios y personas para la cohesión y equilibrio territorial
El desarrollo económico local (DEL) se presenta como un enfoque clave para fomentar un desarrollo con solidaridad, cohesión e inclusión, centrado en el bien común. Este modelo territorial, centrado en las personas y sus comunidades, adquiere mayor relevancia en un contexto de crecientes desafíos globales y desigualdades territoriales.
Desde experiencias exitosas en la Unión Europea, como las políticas de cohesión territorial y los grupos de acción local (GAL), hasta iniciativas en América Latina, África y Asia, el DEL se posiciona como una estrategia clave para enfrentar problemas como la despoblación rural, la falta de empleo de calidad y la sostenibilidad ambiental.
En la Unión Europea, las políticas de cohesión territorial han buscado reducir los desequilibrios internos y fortalecer los territorios vecinos. Instrumentos como los grupos de acción local (GAL), integrados en las políticas de desarrollo rural, han sido fundamentales para impulsar iniciativas endógenas y el diálogo multiactor. En España, comunidades como Andalucía han apostado por la descentralización y la autonomía local para generar capacidades en el territorio, diseñar estrategias participativas y promover el empleo. Estas políticas han permitido fortalecer las áreas rurales mediante infraestructuras, servicios básicos y apoyo al emprendimiento.
Sin embargo, desafíos como el despoblamiento rural, la migración hacia áreas urbanas y el envejecimiento poblacional amenazan el equilibrio territorial. Las ciudades intermedias, tradicionalmente clave en la estructuración regional, enfrentan un desgaste por la fuga de población y la centralización de servicios. Por su parte, las grandes ciudades, aunque dinámicas económicamente, sufren problemas como la masificación turística, la gentrificación y la pérdida de identidad de barrios históricos. Estos retos destacan la necesidad de replantear los modelos territoriales para lograr un desarrollo inclusivo y sostenible.
Recursos básicos como el agua son esenciales para la sostenibilidad del desarrollo económico local. Sin agua, no solo se compromete la vida, sino también la capacidad de las economías locales para prosperar. Este aspecto se ve intensificado por el cambio climático, y requiere políticas integrales de gestión comunitaria y planificación territorial sostenible.
Asimismo, es crucial recuperar consensos territoriales sobre modelos de desarrollo que equilibren la cohesión, la inclusión y la sostenibilidad. Consensos que deben incluir a actores de todos los niveles, desde comunidades locales hasta gobiernos nacionales y organismos internacionales, para garantizar estrategias efectivas y alineadas con los compromisos globales, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La economía de los cuidados se presenta como un nuevo enfoque para abordar la crisis actual, centrando la economía en las personas y el cuidado del planeta. Este enfoque busca redistribuir las tareas de cuidado, reducir la carga histórica que han soportado ciertos colectivos, especialmente las mujeres, y fomentar políticas públicas inclusivas.
Políticas basadas en el cuidado no solo promueven la cohesión social, sino que también impulsan economías innovadoras y sostenibles. Las alianzas globales en torno a esta economía permiten diseñar estrategias participativas que equilibran las necesidades locales con las agendas globales, fomentando un futuro más justo y resiliente.
El DEL enfrenta desafíos complejos que demandan respuestas innovadoras y colaborativas. Entre estos, la cohesión territorial es clave: asociaciones multinivel y políticas integradoras pueden preservar recursos agrícolas y fortalecer el equilibrio urbano-rural. Asimismo, la gestión de recursos hídricos requiere modelos comunitarios para garantizar la sostenibilidad de las economías locales.
Otro pilar es el fomento de la economía social y solidaria (ESS), cuyo rol es crucial para estructurar territorios sostenibles y equitativos. Además, las ciudades intermedias deben reforzarse como motores económicos y nodos de conectividad territorial. Por su parte, la soberanía alimentaria puede impulsarse mediante el aprovisionamiento público local y canales cortos de comercialización. Las tendencias de teletrabajo y migración rural ofrecen oportunidades para revitalizar zonas rurales y generar empleo.
Para enfrentar estos retos, se necesitan instrumentos y políticas innovadoras. La financiación territorial, mediante ecosistemas financieros descentralizados, y la descentralización, otorgando mayor autonomía a los gobiernos locales, son fundamentales. Y también lo es el fomentar la cooperación transfronteriza y promover economías locales inclusivas que empoderen a mujeres, jóvenes y comunidades marginadas.
En el contexto global, el DEL busca no solo resolver problemas locales, sino también contribuir a objetivos globales con una visión integradora que combina conocimientos locales y alianzas globales, y se posiciona como un modelo estructural para construir territorios resilientes, inclusivos y sostenibles, poniendo a las personas en el centro.