Nota conceptual

Transición justa, financiación del desarrollo y soluciones territoriales

Transición justa, financiación del desarrollo y soluciones territoriales

En un mundo cada vez más globalizado, la conexión entre crecimiento económico, sostenibilidad y cohesión social se erige como un pilar fundamental para reducir las desigualdades y lograr un progreso que cuide tanto de las personas como al planeta. 

En el año 2015, la adopción por la Asamblea General de Naciones Unidas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible sentó las bases para un plan de acción que aborde, con un enfoque universal e integrado, a las tres dimensiones clave del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental.

Otros acuerdos específicos y marcos de implementación, aprobados entre 2015 y 2016, fortalecieron aún más esta agenda de desarrollo global. Los objetivos del Acuerdo de París incluyen la reducción global de emisiones de gases de efecto invernadero y abogan por un cambio hacia un mundo con emisiones netas cero. La Agenda de Acción de Addis Abeba esboza un marco global para financiar el desarrollo sostenible y se centra en los medios de implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La Nueva Agenda Urbana aboga por una implementación multinivel, coordinada, integrada y localizada del desarrollo sostenible, y representa una visión compartida para mejorar el diseño físico de nuestros territorios y espacios urbanos. 

Sin embargo, casi todos los indicadores muestran que no solo es improbable que alcancemos la mayoría de los ODS en el plazo fijado de 2030, sino que, según el el Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2024, solo el 17 % de las metas de los ODS se encuentra actualmente avanzando, casi la mitad muestra un progreso mínimo o moderado y más de un tercio está estancado o retrocediendo. Por lo tanto, es urgente convertir estas agendas globales en acciones efectivas, lo que implica también actuar desde lo local. 

Mientras que los ODS ofrecen una visión universal para abordar problemas como la pobreza y el cambio climático, su alcance depende de cómo se adapten a las realidades específicas de cada comunidad. De hecho, en la Agenda 2030 se alienta repetidamente la necesidad de “localizar” los ODS, creando condiciones para estrategias más pertinentes y efectivas, teniendo en cuenta que cada territorio tiene características, desafíos y oportunidades únicas. Además, el enfoque territorial también fortalece el empoderamiento local al involucrar a las comunidades en la planificación y ejecución de iniciativas sostenibles mejorando no solo la efectividad de las soluciones, sino que también promueve una mayor aceptación y compromiso con los objetivos. 

Acontecimientos recurrentes han llevado a reconocer la necesidad y urgencia de repensar cómo abordar los problemas fundamentales a los que se enfrenta nuestro mundo. Por ejemplo, el Pacto para el futuro de la Humanidad, adoptado como agenda por Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) en su Séptimo Congreso Mundial celebrado en Daejeon, República de Corea, en octubre de 2022, retoma y asume la concepción del desarrollo establecido en la Agenda 2030.  En particular aboga por una acción multinivel y multiactor en relación al desarrollo económico local, proponiendo una rediscusión de sus bases de acción, poniendo el énfasis en el camino hacia una nueva economía de los cuidados y basada en las personas y con los territorios como su ámbito natural, enfatizando en la construcción de bienes públicos.

En esta misma línea se sitúa la resolución de Naciones Unidas sobre la Promoción de la economía social y solidaria (ESS) para el desarrollo sostenible adoptada en 2023. Las entidades de la ESS tienen entre sus características un profundo arraigo en el territorio, así como una forma diferencial de hacer negocios centrada en las personas. 

El actual contexto de policrisis marca un momento de reflexión sobre el paradigma del desarrollo, la consecución de los ODS y prioridades como el empleo y, más en general, la búsqueda de instrumentos para generar e implementar políticas territoriales basadas en los derechos humanos y orientadas a reducir las desigualdades. El Panel de Expertos/as de Alto Nivel del Comité de Seguridad Alimentaria y Nutrición de Naciones Unidas en 2023 así lo atestigua. 

En este contexto, estrategias de desarrollo económico local (DEL) se erigen como herramientas fundamentales para integrar políticas sociales, ambientales, económicas sostenibles e inclusivas en ciudades y territorios. 

El enfoque DEL es un proceso de desarrollo participativo que estimula las asociaciones entre los principales actores públicos y privados en un territorio definido, permitiendo tanto el diseño como la implementación de una estrategia de desarrollo común, que haga uso de los recursos y ventajas competitivas locales en un contexto global con el objetivo de estimular la actividad económica de manera sostenible e inclusiva.

Políticas de descentralización crean las condiciones para la implementación de procesos de desarrollo económico local facilitando a las comunidades diseñar y poner en marcha estrategias coherentes con su visión de futuro, su entorno y necesidades específicas. Promover la inclusión y la equidad, contribuyendo a que el desarrollo beneficie a todos los sectores de la sociedad, fortaleciendo la cohesión social y reduciendo las desigualdades son los resultados esperados.

En este sentido, una estrategia DEL, diseñada e implementada a través de la participación y el dialogo social, asociaciones publico/privadas y la valorización de los recursos locales, ofrece numerosos beneficios. Empodera a la ciudadanía al involucrarla en la toma de decisiones fortaleciendo el sentido de propiedad y responsabilidad; aborda las desigualdades económicas y sociales para reducir las brechas entre diferentes grupos de la sociedad; aborda la sostenibilidad ambiental al promover prácticas económicas que preservan los recursos naturales para las futuras generaciones; y promueve la diversificación económica reduciendo la dependencia de una sola industria o sector, y fortaleciendo la economía local ante crisis externas. También puede reforzar los vínculos entre las zonas urbanas y rurales, por ejemplo, a través de la aplicación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en las zonas rurales.

A pesar de sus numerosos beneficios, el desarrollo económico local también enfrenta varios desafíos. Las limitaciones financieras son una barrera significativa, ya que las poblaciones locales a menudo enfrentan restricciones presupuestarias que pueden limitar su capacidad de implementar proyectos de desarrollo. Además, la falta de capacidad técnica y administrativa puede obstaculizar la planificación y ejecución efectiva de iniciativas. La coordinación y colaboración entre diferentes niveles de gobierno y actores locales, evitando esfuerzos fragmentados y duplicación de recursos, también es un desafío. Otro más es asegurar soluciones innovadoras para que los proyectos sean ambientalmente sostenibles y económicamente viables a largo plazo.

Para superar estos desafíos y fortalecer el diseño e implementación de estrategias de desarrollo económico local es necesario poner en marcha un conjunto de acciones. Invertir en la formación y capacitación de líderes comunitarios y funcionarios locales es esencial para desarrollar las capacidades necesarias para gestionar proyectos de manera efectiva. Facilitar el acceso a fondos y recursos financieros a través de la financiación para el desarrollo, las alianzas público-privadas y mecanismos de financiamiento innovadores puede ayudar a superar las limitaciones financieras. Promover el uso de tecnologías innovadoras puede mejorar la eficiencia y efectividad de proyectos. Fomentar la colaboración entre diferentes actores, incluyendo el sector privado, la sociedad civil y organizaciones internacionales, es crucial para asegurar un enfoque integrado y coordinado del desarrollo económico local. El rol de las universidades y la sociedad del conocimiento, la innovación e investigación aplicada, claves para la transformación, aceleración y formación de capital humano en el territorio alineado con sus prioridades.

Todo esto teniendo en cuenta que, a poco más de cinco años para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, este es un momento crucial para fortalecer la colaboración e involucrar a las partes interesadas al desarrollo económico local, para ganar relevancia en los diferentes hitos previstos a nivel internacional hasta el año 2030, como la Cumbre del Futuro, que incluye el acuerdo para un Pacto para el Futuro, la cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social y una cumbre bienal sobre la economía mundial.

Siendo la financiación al desarrollo clave para un crecimiento económico sostenible, su impacto en el desarrollo económico local es profundo y multifacético. En primer lugar, proporciona los recursos necesarios para realizar inversiones en sectores clave como la infraestructura, la educación y la salud, elementos fundamentales para crear un entorno propicio para el crecimiento económico a largo plazo. 

En este sentido, la cuarta Conferencia Internacional de Financiación del Desarrollo (FfD4), que se celebrará en Sevilla tres meses después de la sexta edición del Foro Mundial de Desarrollo Económico Local (WFLED, por sus siglas en inglés), recogerá el testigo de Addis Abeba diez años después de la adopción de la Agenda de Acción que estableció un marco integral para movilizar los recursos y las alianzas necesarias para financiar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). 

Por tanto, la celebración del VI WFLED, en abril de 2025, será una oportunidad única para generar un hilo conductor desde el territorio hacia la FfD4, estableciendo documentos de trabajo y posicionamiento de los actores territoriales bajo el paraguas de los ODS y alineando también con prioridades de la Conferencia.

Adicionalmente, el VI Foro Mundial de Desarrollo Económico Local también incorporará perspectivas transversales clave para abordar desafíos globales. En primer lugar, la cooperación internacional al desarrollo, con un énfasis en la cooperación descentralizada, territorial y multinivel destacando la Cooperación Sur-Sur y Triangular que promueven soluciones adaptadas a las necesidades locales reconociendo la importancia de los territorios como actores globales, capaces de compartir conocimientos, innovaciones y recursos para fortalecer capacidades locales frente a desafíos globales.

También se profundizará en la localización de los ODS y la Agenda 2030, destacando el impacto transformador del desarrollo económico local en el cumplimiento de estos objetivos globales y posicionándola como una prioridad estratégica para reducir las desigualdades y la promoción de ciudades sostenibles.

Finalmente, se analizará la relación entre la agenda de paz y el desarrollo económico local en territorios afectados por conflictos, crisis climáticas y desigualdad, explorando soluciones que generen empleo, impulsen la economía local y rompan ciclos de fragilidad, alineándose con el ODS16.

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